El mejor colegio del mundo

Imagen: Mamen Sanguino

Una sociedad que no cuida ni se preocupa por la educación de niños y jóvenes es una sociedad sin futuro. Soñar y trabajar por conseguir el mejor colegio del mundo para todos y cada uno de los niños y niñas puede resultar una utopía, pero es necesario afrontar el reto con ilusión y convencimiento si de verdad tenemos la voluntad de crear los mimbres sobre los que germinará una sociedad más justa, solidaria y respetuosa.

Me refiero a un sistema educativo garante de los derechos de todos los alumnos, hablo de la escuela como elemento compensador de las desigualdades económicas y sociales, pienso en centros educativos que posibiliten las mismas oportunidades ofreciendo una educación de calidad para todos, sueño con que cualquier centro en cualquier barrio sea capaz de llevarte tal lejos como te permitan tus alas. En palabras de Paulo Freire, «la educación no cambia al mundo, cambia a las personas que van a cambiar el mundo».

Hace exactamente un año, gracias al evento que el Tour de Gestionando Hijos realizó en Alicante, tuve la oportunidad de presentar «El mejor colegio del mundo»:

Transcripción de la presentación:

¡Buenos días!

Me llamo Diego Téllez, soy profe y papá, y he visto cosas increíbles… He visto aulas tan acogedoras como nuestros hogares. He visto clases que invitan a quedarse, a curiosear, a compartir, a crear. He visto espacios llenos de niños con total libertad en los que lo único que se respiraba era interés y ganas de aprender. He visto aulas fluorescentes donde era súper fácil viajar de la Tierra a cualquier lugar del Sistema Solar; pero también he visto clases con mundos paralelos y realidades alternativas. He visto colegios inspirados, diseñados y construidos de manera totalmente respetuosa con las minorías sociales que allí acudían. Y he visto colegios en los que, nada más abrir sus puertas, encontrabas un salón enorme con una magnífica cocina destinada a que las familias entrasen y se sintiesen como en casa. He visto coles con tantísimos papás y mamás voluntarios que tenían que organizar tarjetas de visita ordenadas alfabéticamente. He visto niños empeñados en reconstruir los muñecos y la muñecas que sus compañeros refugiados habían tenido que dejar atrás, huyendo del horror de la guerra. Y también he visto cantidades increíbles de material destinado a la basura, transformarse en pura diversión.

He tenido mucha suerte, la verdad, y he vivido todas estas experiencias dignas del mejor colegio del mundo, y creo que por eso Lucía y Leo me han invitado aquí a que os cuente algún secreto. Así es que voy a empezar a lo grande, voy a empezar con el mayor secreto de todos. ¿Estáis listos? El mejor colegio del mundo no existe. Siento decepcionaros: el mejor colegio del mundo no existe.

Sin embargo, todos nosotros podemos trabajar juntos para que cada niño y cada niña sienta que su cole es el mejor colegio del mundo. Y, no nos engañemos, un colegio no es bueno por sus instalaciones, ni por sus recursos, ni por la tecnología que emplea, ni siquiera por esas placas tan chulas y brillantes que a veces se ponen al lado de la puerta principal. El mejor colegio del mundo lo crean las personas, y surge como respuesta a las necesidades de cada niño y cada niña que acude por mañana con la mochila cargada de ilusiones y preocupaciones diferentes.

Esas imágenes que os enseñaba responden a lugares de Finlandia y de Canadá donde he tenido la suerte de trabajar o visitar. Pero también hay algunas imágenes de aquí cerquita, de muchos coles de aquí, de la provincia de Alicante. Así es que voy a decepcionaros una vez más: en Educación no existen recetas ni soluciones mágicas. Esas imágenes responden a realidades y necesidades concretas, y no podemos maquetarlas, venderlas e implementarlas sin más. Cada centro tiene un entorno y un contexto determinado, del mismo modo que los valores y las creencias de las familias en un mismo centro pueden ser diversas. Estoy convencido de que el camino correcto debe ir por conocer la realidad de los alumnos y las familias con las que trabajamos, para poder ir creando lazos que desemboquen en una verdadera comunidad educativa.

Y aquí llegamos a un momento importante: probablemente, el mejor colegio del mundo será aquel que desarrolle una verdadera comunidad educativa. Los profes y las familias somos dos pilares fundamentales en el crecimiento y la educación de los niños. Si alguno falla o se crean grietas, ese equilibrio se resiente y al final siempre repercute en los más pequeños.

Pero entonces, vosotros podréis decirme ahora: pero bueno, Diego, e probable que tengamos conceptos diferentes de lo que es educar. ¡Fantástico! Puede ser. Me viene a la cabeza dos palabras que considero clave: RESPETO y CONFIANZA.

RESPETO entre profes y familias. Entendiendo que, aunque nuestros valores y creencias sean distintos, el trabajo coherente y coordinado de todos va en beneficio de los más pequeños. Además, respeto a los ritmos de los pequeños, ayudándoles progresivamente a ir adquiriendo nuevas destrezas. Os voy a hacer unas preguntas: todos vuestros hijos son iguales, ¿verdad? Personalidades iguales, sentidos del humos iguales, necesidades de apego iguales, habilidades y destrezas iguales… ¿Y en clase? Tienen que leer a la vez, escribir a la vez, aprender lo mismo a la vez… Comparar unos con otros y forzar aprendizajes, realmente, no ayuda. En cambio, fomentar, estimular y acompañar sí que les ayuda a que, poco a poco, puedan ir adquiriendo nuevos aprendizajes más complejos en función del desarrollo individual de cada uno.

En segundo lugar: CONFIANZA. Confianza entre padres y profes. Confianza en que vamos a dar lo mejor de nosotros mimos para seguir creciendo juntos. Los profes debemos fomentar y estimular la participación de los padres. Y las familias deben crear equipo junto a los profes, cada uno en su rol aunque perfectamente complementarios. Pero, como decía, confianza también en el proceso de aprendizaje. Vivimos rodeados de rankings, clasificaciones, pruebas diagnósticas e informes de todo tipo que comparan colegios, que comparan docentes, que comparan alumnos. La educación está demasiado condicionada por la búsqueda de resultados a corto plazo, y ese resultadismo está matando el deseo por zambullirse en una historia, el querer realizar experimentos inscreíbles, o incluso el tener tiempo para detenerse y apreciar la belleza de una obra de arte.

Entonces, permitidme una última reflexión: nosotros, los adultos, vivimos pendientes del futuro. Los peques, no. Ellos viven el presente. Y, mientras tanto, a veces nos cuesta un poquito apreciar la persona que son hoy.

Por lo tanto, si de verdad estáis buscando el mejor colegio del mundo, yo os invitaría a buscar aquel lugar que sea capaz de apreciar lo únicos que son vuestros hijos. Aquel lugar que los acompañe y les ayude a crecer hasta conseguir que sean la mejor versión de sí mismos.

¡Muchas gracias!

Publicado por Diego Téllez Rodríguez

Maestro de Educación Primaria. Licenciado en Antropología Social y Cultural. Máster en Innovación Educativa.

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