La Evaluación Formativa debería ser una prioridad para todos los colegios. Mejorar el rendimiento académico importa, tanto individual como socialmente. Esta contundente afirmación es de Dylan Wiliam, profesor e investigador educativo que lleva más de 20 años estudiando la eficacia de la evaluación formativa. No en vano, asegura que, en base a las investigaciones recogidas en las últimas dos décadas, la evaluación formativa tiene un mayor impacto en el rendimiento de nuestros estudiantes que cualquier otro elemento que analicemos.
Wiliam tiene muy claro que lo más importante es lo que ocurre dentro de la clase; es decir, cómo cada supuesta mejora se transforma en mejora de la práctica educativa. Por eso, insta a los docentes a centrar su desarrollo profesional en aquello que pueda marcar la diferencia en el aprendizaje de los alumnos, escogiendo ideas o elementos que tengan una buena base científica como, por ejemplo, la evaluación formativa.
Al mismo tiempo, el autor entiende que es probable que ideas demasiado rígidas no funcionen en muchas clases. Por eso aboga porque cada docente tome estas ideas y haga que funcionen en su aula. La clave reside en que sean realizables, relevantes y razonables en el contexto de la práctica docente habitual. De este modo, los profesores realmente podrán adaptarlas para hacer que funcionen.

Respecto a la evaluación formativa, Wiliam argumenta que, antes de aplicar cualquier tipo de estrategia, es fundamental tener claro el destino del aprendizaje, saber dónde se encuentra el estudiante en un primer momento y saber qué tiene que hacer para llegar a ese destino.
A partir de aquí, y pensando en los roles de las diferentes personas en una clase (los profesores, los compañeros y el propio estudiante), podemos prestar atención y aplicar lo que él llama las 5 estrategias clave de la evaluación formativa:
- Clarificar y compartir las intenciones del aprendizaje.
- Obtener evidencias.
- Proporcionar feedback.
- Activar a los estudiantes entre ellos como un recurso mutuo.
- Activar a los estudiantes como los dueños de su propio aprendizaje.
Estrategia 1: Clarificar y compartir las intenciones del aprendizaje.
Se trata de asegurar que los niños entiendan hacia dónde se dirigen. Esta estrategia es la que más comúnmente se implementa, y en muchas escuelas se puede observar como cada lección comienza con un objetivo de aprendizaje. Dicho esto, Wiliam alerta de que no se reduzca a una mención simbólica del objetivo al principio de una unidad para luego ignorarlo completamente durante el resto de las sesiones; pero tampoco que se abuse de esta estrategia ya que se puede convertir en algo repetitivo y pierde su valor. El objetivo debe ser claro, compartido, contextualizado y actuar de brújula para guiar el proceso de enseñanza-aprendizaje.
Estrategia 2: Obtener evidencias.
Se refiere a todos lo modos que tenemos de saber dónde están los estudiantes en su aprendizaje. Nos invita a diseñar con eficacia discusiones, actividades y tareas que nos permitan obtener evidencias del rendimiento de nuestros alumnos. Por ejemplo, ofrecer preguntas abiertas o realizar afirmaciones que inciten a los alumnos a elaborar un argumento para rebatirlas. Lo que nos interesa es saber si se ha interiorizado un concepto y podemos empezar a construir los siguientes bloques de aprendizaje.
Otra idea para tomar el pulso a la clase en un momento determinado y de forma rápida es el uso de pizarras blancas individuales. Ante una pregunta o situación de aula, todos responden, muestran sus respuestas y el docente puede hacer una valoración instantánea sobre si insistir en ese concepto o plantear un nuevo reto.
Estrategia 3: Proporcionar feedback… que mueva el aprendizaje hacia adelante.
Ya desde 1998, Wiliam viene hablando de las ventajas de ofrecer feedback en forma de comentarios en lugar de calificaciones. Sin embargo, nos alerta del peligro de que la mayoría de los comentarios sean negativos; es decir, resaltando todo lo que el alumno no ha hecho o lo que se ha hecho mal. El feedback, asegura, no se tiene que centrar en el pasado (en el trabajo que el estudiante ya ha hecho), sino en el futuro. Por supuesto que se refiere al pasado, porque a partir de ahí sabemos lo que puede hacer, pero se debe aplicar para decir cuál es el siguiente paso en el aprendizaje de cada estudiante. Citando a Douglas Reeves, relaciona un buen o un mal comentario con una revisión médica o una autopsia respectivamente. Insiste en que el verdadero problema es que muchos de nuestros alumnos reciben demasiadas autopsias.
Wiliam es consciente de que incluso así es complicado que los alumnos realmente presten atención al comentario. A modo de ejemplo, nos habla de una maestra que devuelve las redacciones en grupos de cuatro alumnos con los comentarios pertinentes, pero sin decir qué comentario es para cada trabajo. Los alumnos deben leer todos los comentarios e identificar cuál es el que va orientado a su redacción.
Estrategias 4 y 5: Activar a los estudiantes entre ellos como un recurso mutuo / Activar a los estudiantes como los dueños de su propio aprendizaje.
Estas últimas dos estrategias ponen al alumno en el centro del proceso. Citando a Rick Diggins, nos recuerda que las decisiones más importantes que se toman en clase no las toman los profesores, las toman los alumnos. No importa lo bueno que sea el feedback, si el alumno no quiere prestarle atención será totalmente inútil. Por eso describe la educación como un proceso de ingeniería de aprendizaje eficaz.
Por ejemplo, una estrategia que describe es invitarles a observar y evaluar el trabajo de un compañero. La autoevaluación, afirma, es más difícil de procurar que una evaluación entre iguales porque buscar tus propios errores tiene cierta carga emocional.
Otra idea sería guardar varios trabajos de años anteriores (con diferentes niveles de acabado) y pedirles que resalten los puntos fuertes y débiles de cada uno de los ejemplos presentados. Todo esto les ayuda a identificar y a marcarse objetivos antes de empezar su propio trabajo.
Para terminar con esta última estrategia, nos habla del uso de listas de cotejo para que los alumnos revisen si han cubierto todos los elementos que se les pedía sobre un trabajo determinado. También se puede realizar como evaluación entre iguales, creando interdependencia y que poco a poco sean capaces de ayudarse a mejorar.

Dylan Wiliam presenta estas cinco estrategias como un marco coherente para una práctica educativa eficaz. Entiende que no son cinco ideas novedosas, pero en su conjunto ayudan a maestros y profesores a pensar y reflexionar sobre su propia práctica docente. La idea clave es que usemos evidencias de aprendizaje para adaptar lo que ocurre en el aula y así responder mejor a lo que el alumno necesita.
Texto extraído de los vídeos (en inglés) producidos originalmente por Dylam Wiliam para una escuela australiana y publicados en su canal de YouTube bajo licencia Creative Commons CC-BY el 18/04/2020.
Para saber más:
- Página web de Dylan Wiliam: enlace a la página aquí.
- Vídeo 1: Why we need to raise achievement.
- Vídeo 2: What formative assessment is and isn’t.
- Vídeo 3: Teacher learning communities.
Excelente sobre evaluación formativa. Pero habría que revisar la formación inicial de nuestros docentes, quienes los forman? O tienen el conocimiento suficiente para ser formadores de formadores.
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