Mandar deberes y poner notas

Como docente apasionado de su trabajo, me entristece observar a lo que ha quedado reducido el debate sobre educación en los medios de comunicación y en una amplia parte de la opinión pública. Mandar deberes y poner notas, esos son los términos en los que se habla de la labor docente y esas parecen ser las prioridades a abordar.

Como escribía hace unos días, mientras reflexionaba sobre el sentido que Noam Chomsky le otorga a la educación, tal vez no nos hayamos percatado de que ese reduccionismo no es más que un reflejo del concepto y la percepción que socialmente aún se tiene del sistema educativo.

Imagen: Helmut Kroiss en Pixabay.

Mandar deberes y poner notas. No pretendo abrir ni fomentar el repetido debate a favor o en contra de asignar tareas para casa o de calificar numéricamente el aprendizaje. Lo que realmente me preocupa es pensar que nuestra sociedad aún entiende esta profesión como una mera repetición de ejercicios, seguida de la pertinente corrección con boli rojo y rematada con una valoración en forma de número rodeado con un círculo. Una educación en blanco y negro. Una educación binaria: aprobado – suspendido.

Nada más lejos de la realidad.

Ahora más que nunca, mi primera y principal preocupación es la salud y el bienestar de mis alumnos. En estos momentos de incertidumbre y confinamiento prolongado, su estabilidad emocional está por encima de cualquier requerimiento académico. Además, resulta imposible obviar las diferencias entre unas situaciones familiares y otras. Hogares con una situación estable, con varios dispositivos electrónicos y con adultos con posibilidad de ayudar a sus hijos en lo que necesiten. Hogares con padres que tienen que salir a trabajar a diario, otros donde han sufrido un ERTE y en los que la preocupación e incertidumbre aumenta. Hogares en los que hacen equilibrios para teletrabajar y continuar con los aprendizajes planteados desde colegios e institutos, todo con un solo ordenador. Algunos hogares donde el teléfono móvil es la única herramienta que tienen para comunicarse y trabajar. Finalmente, hogares donde la angustia es máxima y en los que todos los esfuerzos van orientados a ir superando cada día de la mejor forma posible.

Creo que todos estaremos de acuerdo en que se trata de una situación compleja y extraordinaria. El punto de partida no es igual para todos. Y añadamos a lo expuesto las diferentes capacidades y destrezas que ya de por sí presenta cualquier grupo o clase de alumnos. Por eso me niego a asumir que todo nuestro trabajo quede simplificado a mandar deberes y poner notas, ni en una situación de normalidad ni en medio de esta crisis sanitaria.

No me dedico a mandar deberes. Educar es crear situaciones de aprendizaje que incentiven la curiosidad de nuestros alumnos. Reflexionar sobre el trabajo ya realizado y sobre sus conocimientos previos para presentarles tareas creativas y/o de investigación que sean capaces de afrontar desde sus casas y con los materiales de que disponen. Tener muy en cuenta los contenidos pero no limitarse a ellos, puesto que los procedimientos a través de los cuales movilizan, conectan y aplican dichos contenidos son absolutamente relevantes y necesarios para consolidar su aprendizaje. Y todo ello sin olvidar sus actitudes, que sin duda se verán condicionadas por cada contexto y realidad particular, pero sobre las que tratamos de incidir a través de tareas motivadoras que continúen despertando en ellos el deseo y la voluntad de seguir aprendiendo. Nuestra labor es esforzarnos, día a día, por mantener un pequeño hilo de normalidad y de esperanza en cada uno de los niños y niñas que forman esa pequeña gran familia a la que llamamos “clase”. Como empezaba diciendo, me preocupo por diseñar situaciones de aprendizaje con la mayor profesionalidad posible, pero sin perder de vista la mochila emocional con la que cada uno de ellos afronta este gran reto.

Imagen: Markus Spiske en Unsplash.

Tampoco me dedico a poner notas. Para ser sincero, completar un boletín de calificaciones no está entre mis principales preocupaciones en estos momentos. Evaluar es centrar todos los esfuerzos en acompañar a nuestros alumnos en esas situaciones de aprendizaje que les presentamos; escuchando, animando y ayudando en aquello que necesiten. Aún desde la distancia, evaluar es tratar de salvar las dificultades tecnológicas para ofrecer una guía, un punto de apoyo al que regresar mientras continúan aprendiendo de un modo más autónomo y aislado de lo deseado. Analizar con ellos el trabajo realizado y hacerles sugerencias, propuestas y comentarios, de tal forma que sean capaces de reconocer la gran cantidad de cosas que están consiguiendo con éxito, así como los errores a revisar y sobre los que crecer. Plantearles cuestiones para que ellos mismos reflexionen, invitándoles a pensar sobre lo que están haciendo y estableciendo juntos nuevos retos a afrontar. Porque evaluar es poner el foco en el proceso sin perder de vista los objetivos de aprendizaje. Por eso mi labor es continuar creando lazos, nutriendo esa inquietud y ese deseo por descubrir el mundo.

Ayer, en rueda de prensa y tras reunirse con las Consejerías de las diferentes Comunidades Autónomas, tuvo que salir la Ministra y el Secretario de Estado de Educación a explicar que “el objetivo es encontrar una solución para cada estudiante, para que no dejen de aprender”. También explicaron hasta la saciedad que la evaluación es “continua, formativa e integradora”.

Pues eso, nada nuevo, pero imprescindible recordar: “El alumno es el centro y la razón de ser de la educación” (LOMCE, Preámbulo).

Publicado por Diego Téllez Rodríguez

Maestro de Educación Primaria. Licenciado en Antropología Social y Cultural. Máster en Innovación Educativa.

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